domingo, 31 de julio de 2016

Os Futuristas - Volumen 04 '1969'

Album:  Volumen 04.
Bitrate: 128.
Tamaño del archivo: 38.5 Mb.
Caratulas: Frontal y Trasera .
Año: 1969.
Sonido: Excelente.
01- Mimosa.
02- Sonhando Contigo.
03- Noite Fria.
04- Chora Seu Domingos.
05- Na Sombra da Bananeira.
06- União.
07- Gavião.
08- Na Linha 15 Também Se dança.
09- Acorda Meu Amor.
10- Até Amanhã.
11- Ivone.
12- Pavoroso.
13- Juracy.
14- Prelúdio De Primavera.
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miércoles, 27 de julio de 2016

Homenaje a los agricultores (alemanes del Volga)

La agricultura es como la mano de Dios, abierta y llena de mazorcas. Los surcos son como las líneas de esa mano infinita. Nace la agricultura cuando el cielo y la tierra se besan, cuando las espigas se levantan y encienden sus granos de oro, para alumbrar el camino del pan. Las parcelas responden a los hombres que las llaman con golpes de azadón.


La agricultura no se cansa de dar frutos y de elevarlos hasta la boca de los hombres. Desde el principio del mundo la tierra es generosa y derrama sus dones en plazas y mercados. Agricultura es todo lo que el suelo produce, con la ayuda del sol y de la lluvia, con el esfuerzo de los caballos y el sudor de los pobres.
Arrugadas y duras son las frentes de los labriegos. Arrugadas de pensar surcos y duras de tanto batallar con el invierno y el verano. Los labriegos parecen robles. Así son de sencillos y de sabios. Parecen también montes, tierras altas que sufren y respiran. Van al trabajo, a la faena diaria, con unos pasos anchos y seguros.
Por la mañana los labriegos brillan. Sus rostros multiplican en las gotas de rocío que coronan el campo. Durante todo el día el sol les quema las espaldas y les destiñe las franelas y los pañuelos de azafrán. Por la tarde regresan a sus casas, con las herramientas en los hombros. Brillan otra vez. Se apagan con el humo de las cocinas, que es como un anticipo de la noche.
Quien quiera recobrar sus virtudes originales y sentirse cerca del paraíso, que acuda a los brazos de la agricultura, que se deje acariciar por las hojas de los platanales, por el aliento de las lechugas y las zanahorias.

Por  Carlos Castro Saavedra

domingo, 24 de julio de 2016

Raices Alemanas - A nuestro estilo '2012'

El volumen 05 de este grupo, con polcas, vals y otros estilos , ademas cuantos en aleman
Album:  A nuestro estilo.
Bitrate: 128.
Tamaño del archivo: 55.5 Mb.
Caratulas: Frontal .
Año: 2012.
Sonido: Excelente.
 01- A nuestro estilo
02- Callecitas de mi pueblo
03- El angurriento
04- Don Luis
05- Mi cabo de ciervo
06- Polkita del tío Martín
07- Alpargata tuya porá
08- Así recuerdo a mi aldea
09- Schottis tradicional
10- Al amigo Juan Gauna .
11- Valsesito campestre.
12- El petiso maceta.
13- Polka para Benigno.
14- Alte zeiten.
15- A don Santiago
16- Dos borrachos – cuento
17- Polka de antaño
18- A los amigos de Bovril
19- Corriendo la liebre
20- La improvisada
21- Las dos vacas- cuento
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miércoles, 20 de julio de 2016

Recuerdo de un día en la vida de nuestras madres alemanas del Volga

Mamá se levantaba a las cuatro de la mañana para amasar y hornear pan casero en el horno de barro que papá había construido en el fondo del patio de casa. Elaboraba el pan diario de cada jornada bajo la luz de un farol a kerosén. Lo hacía cantando. Con alegría. Contenta de la vida que llevaba.
Mientras hacía esto, encendía la cocina a leña, donde comenzaba a preparar la sopa que ingeríamos todos los días como entrada al plato principal del almuerzo. Era obligación que la sopa hirviera durante horas, con cuanta verdura se cosechara en la quinta: trozos de zanahorias, zapallos, zapallitos, papas, repollo, perejil, ajo… y por supuesto, abundante carne.


Después de terminar de hacer el pan, mamá lavaba la ropa de toda la familia en un enorme fuentón de chapa, refregando con sus manos en la tabla de lavar las prendas sucias de tierra y grasa de los hombres que trabajaban el campo. Las colgaba a secar al aire libre, a merced del viento, en largos hilos de alambre, tensados a lo ancho de la parte trasera del patio.
Era una tarea ardua y prolongada en la que colaboraban todas las mujeres del hogar, sin distinción de edad, así tuvieran veinte, quince o nueve años: era obligación so pena de castigo, sacar de la bomba el agua, acarrearla en grandes baldes, para que mamá pudiera realizar su labor.
Terminado ese menester, mamá comenzaba a preparar el plato principal del almuerzo: Kleis mit Sauerkraut, Wickelnudel… o algún otro manjar tradicional que andando el tiempo y la vida nunca nadie volvió a saborear con el mismo placer.
A las doce, cuando sonaban las campanas de la iglesia para rezar el Ángelus, toda la familia se sentaba alrededor de la larga mesa de madera de la cocina. Papá rezaba agradeciendo a Dios el alimento y el bienestar en que desarrollábamos nuestra existencia. ¡Y a comer! Mamá, papá, los abuelos, los tíos… Las personas mayores conversaban con gestos adustos y serios sobre temas que no incumbían a los niños, que debían permanecer en silencio. Nada de hablar en la mesa y de tener que hacerlo, a las personas adultas se las trataba de usted.
A la tarde, mamá y los hijos, concurrían al campo a ayudar a papá, a arar, sembrar, cosechar… Dar vuelta la quinta con la pala, carpir… Juntar bosta de vaca para quemar en la cocina a leña… Alimentar los cerdos, las gallinas, patos, gansos, pavos… Las vacas lecheras… Las ovejas para consumo…
El trabajo parecía no terminar nunca.
Al atardecer, mamá y sus hijas, luego de bajar la ropa de los tendales, comenzaban las largas horas de planchar la ropa con las planchas a carbón. Almidonar los cuellos de las camisas… Zurcir las medias y remendar las prendas con parches de tela, sin importar el tamaño y cuanto se notara. Eran otros tiempos, en que las camisas y los pantalones remendados, se lucían con orgullo, porque eran símbolos de trabajo, muestras evidentes de que quien las vestía trabajaba de verdad.
Después mamá empezaba a preparar la cena a la par que amasaba y freía Kreppel en una sartén con abundante grasa, que comíamos espolvoreados con mucha azúcar, y acompañados de unos ricos mates.
Llegada la hora de la cena, papá volvía a rezar. Se repetía la misma escena del almuerzo: las personas mayores conversaban y los niños permanecían sentados en silencio, saboreando la última comida del día.
Concluida la cena, y lavados los platos, se leía algún pasaje de la Biblia, se rezaba y se cantaba en alemán. El abuelo buscaba la verdulera para tocar canciones llenas de nostalgia que rememoraban viejos amores, seres queridos que se quedaron para siempre esperando allá en las aldeas del Volga, en Rusia…
Mamá, ajena a todo, sentada en un rincón, cerca de la lámpara a kerosén, tejía con cinco agujas, guantes y medias, pensando en vaya uno a saber qué cosa.


Autor: Julio César Melchior

domingo, 17 de julio de 2016

Los Herederos del Ritmo - Tradiciones de mi pueblo '2010'

“Los Herederos del Ritmo” de la ciudad de Alpalchiri, La Pampa, hacen temas bien tradicionales de la cultura musical de los Alemanes del Volga con las consabidas polkas y marchas que tienen incluidas en su repertorio que abarca un amplio dispositivo con éxitos populares donde hasta tangos . Este es su primer material discografico
Album:  Tradiciones de mi pueblo.
Bitrate: 128.
Tamaño del archivo: 35.65 Mb.
Caratulas: Frontal.
Año: 2010.
Sonido: Excelente.
01- Tradiciones de mi pueblo.
02- Quien me quita lo bailado.
03- Contando las estrellas.
04- Marcha del Inmigrante.
05- Bella morena.
06- Barrilito de cerveza.
07- Quiero tu sombra.
08- El malevo.
09- Km 11.
10- La danza de los mirlos – El lamento de la selva.
11- Resistiré.
12- Corrido de las estrellas .
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miércoles, 13 de julio de 2016

Lo que sufrieron y padecieron nuestros abuelos para llegar a estas tierras

Carta que el escritor y periodista Roberto J. Payró le escribió al escritor y poeta José León Pagano, sobre las condiciones en que viajaban los inmigrantes europeos a la Argentina, en 1903, cuando todavía llegaban alemanes del Volga al país, entre ellos, muchos de nuestros abuelos. Leyendo esta carta podemos darnos una idea de todo lo que sufrieron y padecieron para llegar a estas tierras.


A bordo del “Pelagus”,
14 de diciembre de 1903

Mi querido amigo:
Mañana, por fin, vamos a desembarcar, con dos días de atraso, y entonces echaré al correo esta primera carta que te escribo, todavía bajo la impresión de terribles emociones. Mi pasaje de tercera me dio un sitio entre cuatrocientos cincuenta pobres diablos como yo, que llenan el entrepuente convirtiéndolo en una especie de plaza de aldea en día de mercado, pero sin aire, ni luz, ni alegría. Está rebosando de hombres, mujeres, niños, en revuelta confusión, que hablan todos los idiomas, exhalan todos los olores, visten todos los harapos…
 No te puedes imaginar lo que una persona medianamente educada, por mucho que sea la amplitud de su espíritu, padece en lo físico y lo moral durante uno de estos viajes dolorosos y deprimentes. Mis compañeros mismos, aunque en su mayoría hechos a la miseria, se sienten rebajados de su dignidad de hombres, y se rebelan instintiva e inconscientemente contra ello, manifestando la protesta con su irritabilidad y mal humor.
Considérame en este hacinamiento humano, entre multitud de mareados que en un principio aumentaban minuto por minuto, con las apreturas, la falta de aire, el hedor, el contagio inevitable por la excitación y luego depresión de los nervios…
En los primeros días yo no podía estar sino en el puente, echado de bruces sobre la borda, mirando el mar, bebiendo la buena brisa del Océano, hasta que la fatiga me obligaba a ir a acostarme abajo, en aquellas mazmorras de madera, en que las camas parecen oscuros estantes, para mercancías sin valor, desperdicios de humanidad.
Mis pobres compañeros, anónimas reses de aquel rebaño encajonado, sufrían también, y en medio de la noche, entre ronquidos y respiraciones anhelosas, sonaba de vez en cuando algún terno sofocado, alguna imprecación, algún juramento.

Fuente: Documentos para la historia integral argentina 3, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1981

domingo, 10 de julio de 2016

Os 3 Xirus - Para ouvir e Dancar '1987'

Album:  Para ouvir e Dancar.
Bitrate: 128.
Tamaño del archivo: 34.5 Mb.
Caratulas: Frontal y Trasera .
Año: 1987.
Sonido: Excelente.
01- Carne Francesa Nao Da Churrasco
02- Bugiu Guacho
03- Tu, Tu E Tu
04- O Negocio E Ser Bolichero
05- Vou Morar Em Blumenau
06- O Vicio Do Mate Amargo
07- A Bandinha Do Seu Max
08- Baijar E' Bom
09- Um Beijo E Um Queijo
10- Por Voce Eu Faria Chover
11- Quando Estou Com Voce
12- Mundo Novo
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miércoles, 6 de julio de 2016

“A los catorce me casaron con un viudo de treinta y cinco años”

Todavía jugaba con su muñeca de trapo cuando su padre la llamó a la cocina y la sentó frente a Don Luis y le dijo “te vas a casar con él”. Doña Catalina recién había cumplido catorce años y su futuro marido era viudo, tenía treinta y cinco años y nueve hijos.


Doña Catalina pasó de jugar con su muñeca de trapo a criar un bebé de cinco meses que la mujer de Don Luis dejó al morir en el parto, y ser la madre de ocho hijos más. Los había de todas las edades y sexos. Grandes, tan grandes que podían ser sus hermanos, y tan chicos que necesitaban del cuidado más elemental para sobrevivir. A todo ese universo familiar tuvo que sumar enseguida a su propio hijo, que nació un año después y luego otro y otro, hasta completar siete. Su marido murió pero no se salvó de tener más hijos. La volvieron a casar con un hombre cinco años mayor que ella, con el que tuvo cuatro hijos más.
Su vida no fue fácil. Su existencia la pasó pariendo hijos, encerrada en su casa, yendo del dormitorio donde traía niños al mundo a la cocina donde los alimentaba y criaba. Jamás fue a una fiesta. Jamás salió a pasear con ninguno de sus maridos. Su territorio fue siempre la casa. Su universo los niños. Su futuro ser abuela si es que tenía suerte y la voluntad suficiente para sobrevivir.
Y sobrevivió. Y dice que fue feliz.
Y seguramente lo fue porque no conoció otra realidad. Las pocas mujeres con las que intercambió experiencias a lo largo de su vida, estaban casi en la misma situación. Por aquellos lejanos años nadie se planteaba la cuestión de la felicidad y tampoco nadie se preguntaba ¿soy feliz? La realidad se aceptaba tal como era. No se la cuestionaba jamás. Las cosas eran así y punto.
Catalina vivió una vida larga. Crió hijos. Los suyos y los de su marido. Enviudó dos veces. Fue abuela. Bisabuela. Tatarabuela.  Y un día llegó su hora. Murió apaciblemente. De vejez. Falleció sin saber ni preguntarse jamás qué es lo que quería o esperaba de la vida, de su vida. No se lo preguntó porque jamás supo que tenía derecho a preguntárselo y porque ahogaron su adolescencia bajo el yugo de un matrimonio y un hogar sin escalas previas. Sin tener en cuenta su opinión ni sus deseos.

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