Las mesas largas con sus sillas de madera, las cocinas a leña, el sabor y el aroma de las comidas tradicionales, el amor de mamá y papá cuidándonos en las largas noches de invierno, cuando nos enfermábamos, la abuela cantándonos el “Tros tros, Trillie” y el abuelo tocando la acordeón…
Los casamientos de antaño, que se prolongaban durante casi una semana, la misa de los domingos, los almuerzos interminables… Y el recuerdo de los que ya murieron pero nunca se fueron de nuestro corazón…
Autor: Julio César Melchior
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