Los cuatro hermanitos, el mayor de once y el menor de seis, salen todas las mañanas de su casa a las seis y media rumbo a la escuela en sulky. Bien abrigados, las piernas cubiertas con una gruesa manta, guantes y un gorro de lana en la cabeza. Recorren los irregulares caminos de tierra entre potreros sembrados de trigo y pastura, mientras las vacas y las ovejas los ven pasear en el amanecer de invierno, el pasto blanco por la helada y un frío que los niños ya están acostumbrados a sobrellevar.
Van al trotecito, entre risas, dos niños y dos niñas, jugando a las adivinanzas, al trabalenguas, contando las travesuras que realizaron el día anterior, los trabajos que efectuaron para colaborar en las tareas hogareñas, tanto de mamá como de papá y conjeturando con que nueva lección los recibirá el maestro. Nunca fue fácil asistir a clases y menos terminar de cursar la primaria para los hijos de los peones rurales.
Autor: Julio César Melchior.