domingo, 31 de enero de 2021

Historia de las planchas que usaron las abuelas alemanas del Volga

Antes de la invención de la electricidad y de su llegada a los domicilios particulares, todos los trabajos domésticos no solamente eran más arduos de realizar sino que insumía más tiempo llevarlos a cabo. Ya que nuestras abuelas, en su juventud, no contaban con ningún electrodoméstico que les facilitara las tareas. Esto sucedía en todas las áreas. Incluso en el planchado de la ropa.
Una de las primeras planchas con las que contaron las mujeres, fueron las de hierro, que se calentaban al fuego, sobre la cocina a leña, y a continuación se pasaba sobre la ropa para dejarla lisa. Era un sistema muy rudimentario y laborioso, porque cuando la plancha se enfriaba ya no cumplía su función y tenían que volver a calentarla. Por este motivo, lo normal era tener dos y mientras se utilizaba una, la otra se calentaba, esperando ser reemplazada.


Con estas planchas, había un detalle no menor a tener en cuenta: como eran totalmente de hierro, al ponerlas a calentar, también se calentaba la manija, por lo que las mujeres debían tomar la precaución de no agarrarlas sin un trapo. Fueron varios los accidentes que ocurrieron por distracción. Algunas quemaduras de manos llegaron a ser muy graves.
Luego aparecieron las planchas a carbón, que eran una especie de cajas metálicas de hierro, que se cargaban directamente con brasa. Ponerlas a punto para usarlas, era todo un arte. Porque en el patio se encendía un fuego con carbón para generar abundante brasa. También, podía llegar a generarse en la cocina a leña. Una vez conseguido esto, se procedía a cargar las planchas con la brasa ardiendo, con ayuda de una especie de tenaza larga, y se ingresaba a la cocina a comenzar a planchar.
Estas planchas eran bastante pesadas y, de vez en cuando, había que agitarlas para avivar el carbón y mantenerlo encendido. Asimismo las mujeres debían tener sumo cuidado para que ninguna chispa de la brasa saltara sobre sus vestidos o sobre alguna otra prenda, porque, sin querer, podían generar un incendio.
Después llegaron las planchas a combustión de bencina, que contaban con un pequeño tanque en el que se cargaba el combustible, el que se hacía descender con presión de aire, aplicada con un inflador, hasta el mechero que calentaba la base de la plancha. Seguramente la marca más popular fue “Volcán”.
Estas planchas, si bien eran más cómodas y prácticas, podían llegar a ser peligrosas, si alguna persona le daba demasiada presión con el inflador. La historia colonial recuerda algunos accidentes muy dolorosos y hasta los nombres de las víctimas que hubo que lamentar.
Y finalmente aparecieron las primeras planchas de electricidad, aunque su uso masivo tardó en popularizarse. Porque las usinas generadoras de energía, encendían sus motores desde el atardecer hasta el amanecer, lo que obligaba a las abuelas a realizar el planchado a altas horas de la noche.
Para concluir esta reconstrucción histórica de las planchas, digamos que tanto con la plancha de hierro como la de carbón, las personas que planchaban debían soportar un calor asfixiante, sobre todo en verano. Pues las planchas de acero se calentaban sobre la cocina a leña, por lo que había que planchar cerca de ellas, para mantenerlas calientes, y las planchas a carbón despedían un calor impresionante, porque el carbón se transformaba en brasa y sabemos el calor que esta genera, sobre todo concentrada en un recipiente de acero tan pequeño.
Además, un detalle final, el tiempo de planchado duraba horas y horas, no sólo por la precariedad del sistema que hacía funcionar a las planchas, sino porque, antiguamente, la mayor parte de la ropa se almidonaba, lo que le sumaba un trabajo extra a las mujeres.
Los cuellos y los puños de las camisas, por sólo citar una prenda, debían lucir firmes y duras.
Usar ropa planchada y almidonada era un signo de elegancia y también un reflejo de que el marido tenía una buena esposa, que sabía planchar bien y que "siempre lo tenía limpio", como se decía antes. 

Autor: Julio César Melchior

domingo, 24 de enero de 2021

Grupo Sol - Ritmo Alegre Vol. 01 '2008'

Album: Ritmo Alegre Vol. 01
Bitrate: 128. 
Tamaño del archivo: 27.8 Mb. 
Caratulas: Frontal 
Año: 2008. 
Sonido: Excelente.
 
01- ----
02- Entre amigos
03- De baile en lo Tencho
04- Punta Cayastá
05- Tres ratas tres gatos
06- Alegre es la vida de los gitanos
07- La paisana 
08- La Potra
09- El toro
10- La suavecita
11- Tiene color el amor 
12- Pídeme la luna
 
 
Aclaracion Falta el track numero 1, quien pueda aportar se lo agradeceria . Nuestro correo musicadelvolgayalgomas@yahoo.com.ar

domingo, 17 de enero de 2021

Las manos del abuelo, manos de trabajo, manos de ternura

Manos curtidas, saturadas de cicatrices, que parecen jeroglíficos inmortalizados durante la juventud, cuando en largas jornadas, de sol a sol, al laborar la tierra, el rudo trabajo las tiñó de polvo y sudor y el arado las lastimó desgarrando la piel, marcando heridas sobre la carne, con letras de sacrificio y sílabas de sueños.

Trabajo y ternura. Entrega y desinterés. Las manos del anciano, temblorosas y ajadas, son dos aves viejecitas que descansan sobre el regazo extrañando el vuelo de la libertad, cual dos torcazas acurrucadas en la tibieza de su nido evocando el cielo de antaño, cuando, trémulas de ansiedad, acariciaron la mejilla de una novia, una esposa, o temeroso de hacerle daño arrullaron a un hijo recién nacido. Dos torcazas viejecitas, que en su nido, sobre las piernas, descansando en la raída tela de un gastado pantalón, acompañan al anciano que, sentado en el portal de una casa cualquiera, con los ojos húmedos de lágrimas, espera un imposible, rememorando los años idos y los seres que se fueron y jamás volverán.

 Autor: Julio César Melchior

domingo, 10 de enero de 2021

Los Primos Judt - En agradecimiento a nuestra gente '1994'

 Album: En agradecimiento a nuestra gente – Vol. 3
Bitrate: 128. 
Tamaño del archivo: 29.8 Mb. 
Caratulas: -
Año: 1994. 
Sonido: Excelente.
01- Bailando con mi tia
02- La maleta
03- El gauchito
04- A valle maria
05- A dos programas alemanes
06- Polka tradicional
07- Al programa entre mate y chamame
08- En agradecimiento a nuestra gente
09- Recordando a Macia
10- La fiesta patronal
11- Vals tradicional
12- Rop der naquige
13- Tres ratas, tres gatos
14- Para la barra del 76
 

domingo, 3 de enero de 2021

Abuela y nieta conversan sobre la historia de los alemanes del Volga mientras toman mate con Kreppel

 Por María Rosa Silva Streitenberger


-Hasta cerca de la mitad del siglo XX -explica Sonia-, los alemanes del Volga en la Argentina vivieron casi de manera autónoma, manteniendo sus tradiciones y costumbres, incluido su idioma, el dialecto, que se usaba en la vida cotidiana, mientras que en la iglesia y en la escuela se utilizaba el alemán estándar. El castellano, o español, sólo era usado para fines administrativos de las colonias.
-Es verdad, querida -reconoce doña Elisa, de 89 años. Las colonias eran autosuficientes. Producían y fabricaban todo lo que necesitaban. Era muy escaso lo que se compraba, generalmente en Buenos Aires.
-A medida que fue avanzando el siglo XX -agregó Sonia-, y con él el adelanto tecnológico en el área agropecuaria, creció la necesidad de un mayor contacto con la población local. Y surgió lo inevitable: la asimilación lingüística, en la que el castellano, o español, se fue transformando en la lengua más usada.
-Sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial -continúa doña Elisa-, en que se prohibió la enseñanza del alemán en las escuelas. Porque hasta ese momento, a la mañana se dictaban clases en español y a la tarde en alemán. Todo eso desapareció de un día para el otro. Se llegó al extremo de castigar a los alumnos si hablaban en dialecto en los recreos. Fue un cambio muy traumático y doloroso para todos. En las  escuelas parroquiales, por ejemplo, había religiosas que tuvieron que aprender a hablar bien el castellano, porque apenas sabían unas pocas palabras, porque muchas habían sido enviadas directamente de Alemania a ejercer su misión de evangelizar y educar aquí.
-Y así -prosigue Sonia-, se gestó el proceso de asimilación lingüística, en la que el español se fue transformando en la lengua más hablada por los jóvenes. Hasta el extremo de que, en la actualidad, los niños olvidaron por completo su lengua madre. Salvo raras excepciones. Y el excelente trabajo que llevan a cabo, en los últimos años, escritores e investigadores, comisiones culturales y sociales, que mantienen vivas las fiestas tradicionales, y algunas escuelas y docentes que también desarrollan una magnífica tarea, para revivir el dialecto.

-En este punto -interrumpe doña Elisa- hay que destacar la labor profesional que está desarrollando, desde hace más de veintisiete años ininterrumpidos, el escritor Julio César Melchior, que lleva publicados más de una decena de libros sobre nuestra cultura, abarcando casi todos los ejes temáticos de los alemanes del Volga: la historia, la cultura, las tradiciones, las costumbres, la infancia, la vida de la mujer, la gastronomía, en fin, la mayoría.
-Es verdad, abuela -reconoce Sonia. Leí todos sus libros. Sumergirse en sus obras es reconstruir el pasado de los alemanes del Volga. Muchas de ellas fueron premiadas, presentadas en la Feria Internacional del Libro, en Buenos Aires, y trascendieron las fronteras.
-Y un detalle que a mí, como docente, siempre me gustó de Julio César Melchior es que él, desde el momento que comenzó a publicar sus obras sostuvo que rescataba y revalorizaba la historia y cultura de los alemanes del Volga. Porque es verdad que había mucho para rescatar pero esa palabra: revalorizar, siempre me resultó fundamental. Porque, por aquellos años, estamos hablando de casi treinta años atrás, todo lo que proviniera de las colonias o de los alemanes del Volga, estaba muy devaluado. La mayoría se avergonzaba de sus raíces. Ni que decir la vergüenza que teníamos de hablar en alemán fuera de la colonia o frente a extraños o en la ciudad, donde ni lo usábamos.
-Es comprensible, abuela, porque con la asimilación lingüística, en la que el castellano, o español, se fue transformando en la lengua más usada en las colonias y la integración casi forzada por hechos sociales y culturales externos, además de cuestiones políticas, y a la vez, deseada por los jóvenes, que buscaban nuevos horizontes, fue profusamente dolorosa y traumática. No te olvides hasta ese momento en que comienza la etapa de revalorización, nosotros éramos los rusos o los rusos de mier.. Para los adolescentes que tuvieron la suerte económica de, al menos, intentar asistir a la escuela secundaria, viajando todos los días a la ciudad, se les hizo muy difícil. Para algunos imposible. Eran literalmente discriminados. De diez que empezaban, terminaba uno. A veces, ninguno. Recién en la década de los ochenta era cosa más habitual ver asistir adolescentes a la secundaria, viajando de las colonias a la ciudad.
-Tenés razón, querida! Me acuerdo de una sobrina que cursó allá por el setenta y ocho, le decían rusa engordada con Dünnekuche, porque era, obviamente, algo rellenita. A veces, los chicos suelen ser muy crueles.
Sonia se levanta de la mesa, pone a calentar agua con una pava y a preparar mate. Mientras su abuela va hacia a la alacena y regresa con una fuente llena de Kreppel.
-Te pasaste, abuela -exclama sonriendo Sonia. Se ven riquísimos. Ya mismo pruebo uno.
-Los hice para vos. Me puse a amasarlos esta mañana, después de que me avisaste de que ibas a venir a tomar mate.


 (Escrito por María Rosa Silva Streitenberger con la colaboración histórica y literaria, del escritor Julio César Melchior).

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