domingo, 27 de junio de 2021

Os Montanari - Vol 05 '1972'

Album: Volumen 05
Bitrate: 128. 
Tamaño del archivo: 28.8 Mb. 
Caratulas: Frontal y Trasera 
Año: 1972
Sonido: Excelente.
01- Carioca
02- La Pioggia
03- Vida de Gaúcho
04- Tree Lemon
05- Valsa do cigano
06- Arrivederci Roma
07- Asa Branca
08- Ales Blau In Blumenau
09- O irmão dele
10- Concórdia
11- Atlântida
12- Cecília
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domingo, 20 de junio de 2021

Mi infancia en las colonias de antaño

Recuerdo, en esta hora de la tarde, en que lentamente llega la noche y las estrellas asoman en el cielo, los atardeceres de antaño en que junto a mis padres nos sentábamos alrededor de la mesa grande, de madera, en la cocina, bajo la luz de un farol, a cenar Wickelnudel, luego de que mi padre rezara agradeciéndole a Dios el alimento que íbamos a consumir. 

 

 Recuerdo las largas sobremesas, con mi tío tocando el acordeón, papá cantando, la abuela y mamá lavando los platos y después tejiendo medias. Recuerdo mi infancia, allá en la colonia, en la casa de adobe, donde fui tan feliz, y profundas lágrimas comienzan a rodar por mi rostro, llorando un tiempo que se fue para no volver.

 Autor: Julio César Melchior

domingo, 13 de junio de 2021

Elda y su conjunto - Nostalgia de nuestras raíces '2009'

Gabriel nos trae un trabajo de Elda y Su conjunto,  el volumen 4 del grupo, siendo este material bien tradicional con clasicos de los alemanes del volga. Agrupacion de la ciudad de Crespo, Entre Rios, Argentina, formado el año 2000.
Album: Nostalgia de nuestras raíces.
Bitrate: 160.
Tamaño del archivo: 68.2 Mb.
Caratulas: Frontal.
Año: 2009.
01- Corrido tradicional - Meine mutter sager mir.
02- Der schneewalzer.
03- Waldeslust.
04- A los misioneros.
05- Schracklich Müde.
06- In Russland.
07- Es wollt´ein mann.
08- Barrilito de cerveza.
09- Trink, trink brüderlein trink.
10- Polka tradicional.
11- Der Bettelmann.
12- Schöne stadt ist Kuschtein.
13- Ich hat einen Kameraden.
14- Hab ich dich nicht gesehen.
15- In München ist ein Bierbrauhaus.
16- Lied für die braut.
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Agradecimiento Especial a Gabriel de San Miguel, Buenos Aires por compartir este discazo.

domingo, 6 de junio de 2021

Así vivían nuestros abuelos

Vivíamos en una casa de adobe muy precaria. Cuando soplaba viento fuerte nos metíamos debajo de la mesa y de las camas del miedo que teníamos de que se volara el techo. Las chapas hacían un ruido terrible. Pasamos muchas madrugadas temblando de pánico. Éramos tan pobres que tengo que confesar que pasamos frío y hambre. Comíamos pan casero untado con grasa espolvoreada con azúcar, cuando había azúcar y sino así no más. Varias noches vi llorar a mi madre en silencio mientras veía como sus hijos nos repartíamos la poca comida que había para cenar. A veces, muchas veces, no alcanzaba para llenar la panza de todos. Mamá y papá se quedaron muchas noches sin cenar. Nunca voy a olvidar sus miradas tristes y sus ojos llenos de lágrimas, sufriendo de hambre, de dolor y de impotencia por no poder darnos una niñez mejor. Mi pobre padre trabajaba todo el día en un campo cerca de la colonia pero lo que le pagaban no alcanzaba para alimentarnos y vestirnos a todos: mamá, papá y diez hijos. Además, los ricos de la colonia tampoco eran tan generosos como para pagar un sueldo acorde a lo que papá laburaba. A veces, nos ayudaban los vecinos, con lo que les sobraba, que tampoco era tanto. Llegaban con fuentes de guiso, sopa, chorizos o pedazos de carne de alguna carneada. Esos días eran de fiesta para nosotros. Comíamos hasta reventar.

 
La ropa pasaba de un hermano a otro y hasta que llegaba a mí, los pantalones lucían grandes remiendos y las alpargatas enormes agujeros tapados con cartón. En invierno pasamos frío. Jamás tuvimos suficiente leña. Nunca pudieron comprarme un saco. Y de noche, en la cama, nos abrigábamos con mantas que mamá cocía con tela de bolsas de arpillera. Los colchones estaban rellenos de lana de oveja y otros, simplemente de paja de trigo. Los varones dormíamos en una sola cama y las mujeres en otra. Nos dábamos calor unos a otros. Tampoco había demasiado lugar. La casa era pequeña. Una cocina y dos ambientes. El lujo no existía. Una cocina a leña para cocinar y calentar el ambiente cuando sobraba leña, una mesa de madera grande, unas cuantas sillas, un mueble fabricado por papá para guardar los enseres de cocina y apenas una o dos chucherías más. Del techo colgaba una lámpara a kerosén para alumbrar las oscuras noches de invierno.
Sufrí mucho y, sin embargo, recuerdo mi infancia con cariño. Siento nostalgia al hablar de ella. Añoro aquellos años en que la vida era simple y en que éramos felices con poco o casi nada. Recuerdo que recibir un plato de comida de un vecino de algo que no comíamos hacía tiempo, se transformaba en una fiesta. Valorábamos mucho todo. Sabíamos que todo costaba mucho sacrificio. Las cosas no caían del cielo. Había que trabajar y esforzarse para tenerlo. Y había que hacerlo desde muy niño. Yo empecé a trabajar en el campo a los ocho años. Ayudaba a mi padre en todo lo que podía. Terminaba cansado. Destrozado. Pero no me quejaba porque sabía que ese era mi deber y eso era lo que se esperaba de mí.

 Autor: Julio César Melchior

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