domingo, 26 de marzo de 2023

Los Primos - Asi es nuestra Tradicion '1996'

Despues de la disolución de los Primos Judt de Castelli Chaco, nació este conjunto con el nombre Los Primos. El primer volumen de Los Primos se llamo "Asi es nuestra Tradicion". Incluye los éxitos "Gracias Mama", "Homenaje a los Inmigrantes del Volga",. Sergio quiere compartir este disco, con nosotros.
Album: Asi es nuestra Tradicion
Bitrate: 320
Tamaño del archivo: 87.5 Mb
Caratulas: Frontal, Trasera y Interna.
Año: 1996.
 
01- Del Volga a Castelli.
02- Mir sein musikanten.
03- Alegrias Campesinas.
04- Gracias Mama.
05- Asi es nuestra tradicion.
06- Ich bin ein halber nar.
07- Al paraje  la Indiana.
08- Homenaje a los Inmigrantes del Volga.
09- Estamos de cumpleaños.
10- Die areme Kolonisten.
11- A un amigo de las Breñas.
12- Bailando en la Florida.
13- Vals del Brindis.
14- Recordando a Pato Gomez.
Descargar    Resubido 

Agradecimiento Especial a Sergio Rokenbach por compartir otro excelente material.

domingo, 19 de marzo de 2023

Un domingo en familia en la colonia

 Sobre la cocina a leña varias ollas exhalan vapores y aromas disímiles. El fuego, en su interior, crepita. Abuela abre la puerta del horno, observa la fuente en la que descansa un lechón rodeado de papas, da unos pinchazos aquí y allá con el tenedor, para finalmente decidir que todavía le falta un poco. Luego toma una cuchara de madera y revuelve el contenido de una cacerola. Se nota a primera vista que sabe lo que hace. No necesita ninguna receta escrita. Todo lo lleva grabado en su memoria. Tampoco necesita balanza para pesar los ingredientes, sus manos y sus cálculos siempre resultan perfectos.
Es domingo, día de reunión familiar. Primero asistir a misa, a las diez de la mañana, en la iglesia de la colonia, después todos a almorzar a casa de abuela. Los hijos, nueras, nietos. Un universo de personas que se sentarán en torno de la larga mesa familiar, con abuelo presidiendo la cabecera. Hablarán todos a la vez. Habrá recuerdos. Anécdotas. Risas. Alguna lágrima. Y después, si abuelo si tiene ganas y el cuerpo le da, aparecerá el acordeón y surgirán las canciones alemanas. 


 Abuela vuelve a revolver el contenido de la olla con la cuchara de madera.  La coloca sobre la mesa y se acerca a la ventana para observar si ve gente en la calle, retornando de la iglesia. No ve a nadie. Eso le da tiempo para salir al patio, tomar la palangana e ir a la bomba a llenarla de agua, para lavar unas prendas y colgarlas en el tendal, allá en el fondo, cerca de la quinta, donde florecen las verduras y los frutales.
Al volver, ingresa al galponcito de chapa y sale con el brazo cargado de astillas de eucalipto, para alimentar el fuego de la cocina a leña.
Alguien pasa por la calle y la saluda. Ella responde con una sonrisa.
-Terminó la misa -piensa. Ahora vendrán mis hijos.
Y así es. Llegan los hijos y las nueras, pero también abuelo y los nietos, que ingresan corriendo al patio a abrazarla y llenarla de besos. 

Autor: Julio César Melchior

domingo, 12 de marzo de 2023

Melodía Joven - Zicke Zacke...

Melodía Joven es un grupo vienen de una Colonia Alemana ubicada en Capital Meza Republica del Paraguay. Con la musica tradicional alemanas, con diferentes ritmos, polcas, corridos, schotis, vals y todo lo tradicional. Sergio nos ofrece el Volumen 4 de este grupo.
Album: Zicke Zacke....
Bitrate: 320.
Tamaño del archivo: 96.5 Mb.
Caratulas: Frontal y Trasera.
Año: -. 
 
01- Corrido.
02- Lusting.
03- Marcha.
04- Venerado Serrano.
05- Alle Mopse Bellen.
06- Seleccion de Corridos.
07- Mate Amargo.
08- Carreta Rape.
09- Zicke Zacke.
10- Isabela.
11- Cacike Katan.
12- Vanerao.
13- Mejicanos.
14- Chotis del Chop.
15- Bier Bier.
Descargar   Resubido

Agradecimiento Especial a Sergio Rokenbach por compartir este excelente material.

domingo, 5 de marzo de 2023

La tormenta

 Mi madre salió al patio. Miró hacia el cielo. Y con rostro serio y el cuerpo palpitando de angustia, susurró temerosa: "Kommt windt".
Y todos comprendimos, desde el más pequeño al mayor de sus hijos, que se aproximaba una gran tormenta. Certeza que pudimos confirmar a medida que transcurrieron los minutos: nubes enlutadas, tenebrosas, dramáticamente coloreadas de un azul negruzco, se acercaban. Con ellas, paulatinamente, también arribaba la noche. Pese a que aún restaban algunas horas para que atardeciera.
Con el corazón sobresaltado, observamos atónitos, como mamá corría de aquí para allá, cerrando postigos, asegurando puertas, guardando palanganas, bajando ropa del tendal, y mil tareas más que realizaba casi corriendo. No se quedó en esos menesteres, sino que luego comenzó a tratar de encerrar en el gallinero a los pollitos, seguramente para resguardarlos de la lluvia, pensamos inocentemente nosotros.

 

 Viendo su nerviosismo y comprobando como el día se iba transformando en noche cerrada y como un viento suave, aunque cada vez más prolongado e intenso, empezaba a soplar, decidimos buscar refugio junto a ella. Fue cuando principiaron a caer las primeras gotas de lluvia, grandes, ruidosas, sobre la tierra reseca donde abrían pequeños cráteres. Mientras en el horizonte, los destellos de truenos vociferaban la furia interna de la tormenta que inexorablemente se aproximaba.
Y no hubo más remedio que abandonar a los pobres pollitos.
-Vamos, adentro de la casa, chicos, rápido -nos suplicó mamá con voz sofocada.
Entramos corriendo a casa, mientras el viento y la lluvia llegaban a toda prisa. Detrás nuestro, pudimos percibir la ira de la tempestad que, descontrolada, se abalanzaba sobre nuestro hogar. Las chapas tronaron a causa del enorme caudal de agua que caía del cielo, en tanto el viento las sacudía sin ningún tipo de piedad.
Al ingresar a casa, mamá ordenó que nos metiéramos bajo la mesa. Sí bien en ese momento no comprendimos por qué, igualmente acatamos lo que había dicho. Nuestras pequeñas mentes, presas de miedo, ya no pensaban, y el alma, desesperada, sólo anhelaba protegerse en el regazo de mamá. Que, igual que nosotros cuatro, también estaba bajo la mesa.
Nos abrazamos a ella. Mi hermano Pedro lloraba. Juana temblaba como una hoja. Luis estaba petrificado a causa del miedo. Y yo sufría en silencio, deseando que todo terminara pronto. Bien o mal, pero que acabara.
El techo de la casa crujió. Pareció agitarse. Como si se abriese y cerrase. Pero eso era imposible.
Mamá sacó el rosario que siempre llevaba en el bolsillo de su delantal gris y empezó a rezar en voz baja. Aunque intentaba disimularlo, advertí que lloraba en silencio. Me di cuenta de ello por el agitar de su cuerpo, ya que era imposible verla, dado la oscuridad que había, pese a que, de acuerdo al reloj, todavía era de día.
Un estruendo colosal nos arrancó un grito a todos. Luego vino un breve silencio y después... desconcertados vimos como el agua del vendaval caía del cielo precipitándose alrededor de la mesa... ¡en la mesa de la cocina! Los truenos retumbaban aterradoramente.
Volvió a escucharse un estruendo. No tan tremendo, es cierto, pero volvió a castigamos en forma demoledora. Gritamos, lloramos... escuchando y adivinando lo que sucedía no sólo alrededor nuestro sino sobre nuestras cabezas, con el techo.
Mamá nos abrazó fuerte, muy fuerte. Seguramente intuía que el primer estruendo que habíamos escuchado tuvo lugar cuando el viento se llevó el techo... y el segundo, una de las paredes de la casa. Lo que significaba que el final podía estar próximo.
Y así fue.
Un trueno desgarró el aire, iluminando espectralmente el lugar, para que pudiéramos observar el destrozo: ya no había techo; la habitación era un caos: trozos de madera, adobe, platos diseminados por doquiera, y la lluvia que caía dentro de la casa como si se hubiera desencadenado el diluvio universal.
Y el viento que no cesaba.
Lloramos. Rezamos. Le imploramos a Dios, pidiéndole perdón si le habíamos ofendido. Lloramos gritando.
Las cosas continuaron derrumbándose. Algún ladrillo de adobe. El aparador que se deshizo bajo el peso de los escombros que seguían cayendo del techo...
Fue tanto el miedo que sentí que no recuerdo lo que aconteció después. No sé sí me desmayé o directamente lo olvidé. Mi memoria se detiene ahí y vuelve a retomar la historia varias horas más tarde, cuando papá, de regreso del trabajo en el campo, ya me había rescatado. Estaba en brazos de abuela. Seguro de que todo había concluido, pregunté por mamá. Todos bajaron la mirada. Papá apartó el rostro. Traté de buscarlo con la mirada, pero desapareció tras la puerta de la cocina, dejándome solo con los abuelos. Intuyendo la respuesta, y próximo al llanto, pregunté por mis hermanos. Abuela comenzó a llorar silenciosamente. Abuelo, sacudiendo la cabeza, también se perdió tras la puerta de la cocina, dejándonos solos a abuela y a mí.

Autor: Julio César Melchior

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