domingo, 27 de octubre de 2019

Historia de los niños tamberos

El reloj sonó a las cuatro de la mañana. Se levantó, se vistió y despertó a sus hijos, Juan, de 14, Luis, de 12, y María, de 11 años. Los niños abrieron sus ojos, estiraron sus brazos, invadidos por una necesidad inconmensurable de continuar durmiendo. Sabían que era pleno invierno y que ni bien sacaran su cuerpo de las gruesas cobijas, un frío helado les envolvería el cuerpo. A esa hora de la madrugada la cocina a leña todavía se encontraba apagada y aunque estuviera encendida, estaba en la cocina.
Lentamente comenzaron a vestirse, sin embargo. Los tres eran conscientes que no tenían manera de escapar a la rutina diaria: las vacas lecheras debían ser ordeñadas. Había que vender la leche. Del dinero de esa venta dependía el sustento de la familia. Una familia que cayó en desgracia, hace dos meses, cuando su padre murió aplastado por un carro, mientras era reparado sin extremar demasiado las medidas de seguridad. El exceso de confianza generalmente se paga muy caro en el campo.






Una vez vestidos y abrigados con gruesos pulóveres tejidos con lana de oveja hilada en la rueca por la abuela, salieron detrás de la madre rumbo al tambo.
Llovía una lluvia mansa pero persistente. El frío parecía cortar la piel. Los niños tiritaban.
Los cuatro, la madre y sus tres hijos, comenzaron a ordeñar bajo la lluvia, chapoteando en el lodo hecho de barro, excremento y orina que los animales iban dejando tras de si mientras eran ordeñados. El rostro y las manos coloradas por el frío. Entumecidas. La lluvia los empapaba, les nublaba la vista. María, la más pequeña, lloraba en silencio. No se quejaba porque sabía que era inútil. Su madre no se compadecería. No se podía dar el lujo de perder a un trabajador: las vacas tenían que estar ordeñadas y la leche en los tarros, puestos en la tranquera, para las ocho, hora en que pasaba el camión de la fábrica de productos lácteos.
Un relámpago cruzó el cielo. Luego otro. Y otro más. Hasta que un diluvio comenzó a caer. Pero nadie interrumpió su labor. La consigna era trabajar con normalidad, ignorando el clima. La supervivencia de la familia dependía de ello y la madre y los tres hijos lo sabían. Y por eso, también sabían, que no les quedaba elección.  


Autor: Julio César Melchior

domingo, 20 de octubre de 2019

El Gringo Julio - Para no parar de bailar

Album: Para no parar de bailar. 
Bitrate: 320.
Tamaño del archivo: 120.9 Mb.
Caratulas: Frontal y Trasera
Año:-
Sonido: Excelente.
01- Drud Zawaski.
02- Alta y Delgadita
03- Camarat Er Eg.
04- Teatro Español.
05- Barrilito de cerveza.
06- Tu solo tu.
07- Recordando a nuestro Padre.
08- Buenas noches mi amada
09- Jinetando en Tostado
10- El Paye
11- La Cau
12- Es en vano mi amor.
13- Grito del monte y el rio
14- Viva Boca
15- Copeando.
16- River solo
17- El Pelado  Medina.
Descagar

domingo, 13 de octubre de 2019

Mi mamá, al igual que mi abuela, fue una mujer excepcional, como todas las madres alemanas del Volga

Mi mamá tenía los ojos del mismo color que la abuela, celestes del color del agua del río Volga y el cabello del color de los trigales que estallaban llenos de espigas en los campos, que florecían cerca de su añorada aldea, allá, en la lejana Rusia, donde quedaron para siempre sus padres, cuando, junto con su marido y tres hijos, emigró a la Argentina.
Mi mamá tenía las manos llenas de arrugas, como las manos de mi abuela, de trabajar en la cocina, amasando el pan, trabajar la tierra, en la huerta, y trabajar a la par de su marido, en en el surco.
Mi mamá tenía el rostro curtido como el de mi abuela, por las largas noches de insomnio, velando el sueño de sus hijos y el de su marido, cuando estaban enfermos, curtido por el frío del invierno, el tórrido sol del verano, la lluvia en otoño y el viento en primavera.




Mi mamá tenía el cuerpo anciano y gastado como el de la abuela, con dolores de huesos, vencido no solo por la edad sino por los rudos trabajos y los sufrimientos.
Mi mamá continuó la tradición y la legó a sus hijos. Valores de trabajo, honradez, respeto, servicio al prójimo y entrega a la familia.
Mi mamá, al igual que mi abuela, fue una mujer excepcional, como todas las madres alemanas del Volga.
Por eso, en el "Día de la Madre", a celebrarse próximamente en el mes de octubre, regalemos libros que rescatan y perpetúan su memoria. Libros que llevan los siguientes títulos: "La gastronomía de los alemanes del Volga", "La vida privada de la mujer alemana del Volga ", "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga", "La infancia de los alemanes del Volga", " Historia de los alemanes del Volga", que se pueden adquirir por correo, por el sistema de contra reembolso, y personalmente en el barrio de Belgrano, en Buenos Aires, y en Pueblo Santa María, en el Partido de Coronel Suárez, en la Provincia de Buenos Aires.


domingo, 6 de octubre de 2019

Arturo Reinaldo Sturtz & Marcelo Gaston Sturtz '2017'

Album: Arturo Reinaldo Sturtz & Marcelo Gaston Sturtz . 
Bitrate: 128.
Tamaño del archivo: 40.9 Mb.
Caratulas: Frontal y Trasera
Año: 2017
Sonido: Excelente.

01- Ti vira tic
02- Baile en lo Petete
03- Te llevaré conmigo
04- A mi luna y mi lucero
05- Hermoso baile aquel
06- Mein hut hat drei ecke
07- Entre caricias y besos
08- Te creía feliz
09- Mi chatita colorada
10- Te conoci en la playa
11- Tardecita de enero
12- Pa´ Ramón y Manuela
13- Traktor Fest
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