domingo, 28 de febrero de 2021

Nuestros abuelos no solamente conservaron su identidad sino que se transformaron en grandes productores de trigo

El coraje y el sueño en un mañana mejor para sus hijos, los lanzó a la mar rumbo a América, su inquebrantable fuerza de voluntad los hizo empezar de nuevo en el medio de la nada, fundando nuevas colonias y aldeas en la pampa argentina, y merced a su trabajo, esfuerzo y sacrificio, lograron progresar, crecer y desarrollarse, transformando el campo en un océano de trigo, que pronto los transformó en grandes productos agropecuarios generadores de divisas para el país. Un país generoso que pronto amaron pero sin olvidar jamás su aldea natal, sus tradiciones y costumbres, como asimismo su lengua.
 


Fue así como conservaron sus ritos religiosos, sus fiestas sociales y culturales, sus canciones, y sus grandes reuniones familiares, en las que participaban desde los abuelos, pasando por los primos más lejanos, hasta algún vecino o conocido. Prácticamente no existía la soledad. Todo era motivo de celebración y de gratitud a Dios. Se festejaban los bautismos, comuniones, confirmaciones, casamientos, cuya celebración se prolongaba durante una semana, los nacimientos también eran motivo de júbilo, más si se trataba de un varón. Las fiestas tradicionales, como Kerb, se extendían por días. Al igual que la Pascua. Y muchas otras jornadas que congregaban a la familia en torno a la mesa paterna. Los hijos, solteros o casados, con pocos o muchos hijos, nunca se terminaban de ir del todo de su hogar. El lazo con los padres se mantenía inalterable durante toda la vida. Y la colonia y las aldeas, eran, en definitiva, una gran familia. Localidades en las que todos se conocían y ayudaban mutuamente.

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