domingo, 7 de noviembre de 2021

Los sótanos de los alemanes del Volga

En el Volga, en Rusia, los inviernos eran largos, demasiado largos y las temperaturas excesivamente bajas. Generalmente el crudo invierno se prolongaba durante cinco e interminables meses, los ríos se congelaban y el campo estaba cubierto de nieve. Por lo que se puede pensar que eran escasas las tareas que se podían realizar durante ese tiempo. Sin embargo nuestros ancestros tenían una ardua tarea por realizar durante esos meses, porque la vida cotidiana continuaba. Había que proteger a los animales y alimentarlos. Seguir ordeñando a las vacas. Reparar y preparar todos los enseres para las futuras tareas de roturar la tierra y sembrarla. De la misma manera que cuidar e ir reparando cada cosa que se rompía o requería algún arreglo dentro de la casa, en los establos o galpones. En todas estas tareas se abocaban por igual hombres y mujeres sin distinción de género. 


Por eso durante el verano el tiempo se aprovechaba al máximo para hacer producir  la tierra que cada colono poseía. Mientras los hombres trabajaban los campos las mujeres y niños se abocaban a realizar grandes huertas, en las que sembraban todo tipo de verduras y hortalizas, cuya producción luego se transformaba en conservas y encurtidos, que iban a parar a los sótanos que cada casa tenía. En los sótanos también se estibaban verduras que podían conservarse a lo largo de todo el año. También se envasaban y conservaban frutas. Las mujeres y los hombres, cada uno en su menester trabajaban para aprovisionarse para el invierno. Porque de esa provisión dependía sobrevivir durante los cinco meses de bajas temperaturas y nieve. Cuando mirar por la ventana era ver un horizonte blanco o días y días donde salir al patio era imposible por la cantidad de nieve acumulada.
Esa costumbre de estibar productos de la huerta en los sótanos continuó aquí en la Argentina durante muchísimos años. Así es como al descender al sótano durante el invierno uno  podía encontrar  Chucrut, bolsas de papa, cebolla, chorizos secos colgando del techo, frutas envasadas en grandes frascos y una amplia variedad de encurtidos y conservas que sería larguísimo de mencionar.
Andando el tiempo y dependiendo de la economía de cada familia, la costumbre prosiguió pero con algunas variantes. Familias con inmensos sótanos para guardar su producción y otras con apenas un rudimentario Schepie. Diferentes lugares para guardar los productos pero la misma costumbre y la misma tradición.  Para rescatar las antiguas costumbres y tradiciones de nuestros ancestros junto a la sabiduría que adquirieron a fuerza de trabajo, lucha y perseverancia, no dejen de recorrer las páginas de los libros “La gastronomía de los alemanes del Volga” y “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”. 

 Autor: Julio César Melchior

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