domingo, 16 de abril de 2023

Los niños del tambo

  El padre, la madre y sus cinco hijos salen de la casa rumbo al tambo iluminados por la precaria luz del farol. Llovizna. Hace frío. Es invierno. Las vacas mugen esperando ser ordeñadas. La familia se acerca a ellas chapoteando lodo, que es una mezcla de barro, bosta y orina de vaca, hundiendo los pies casi hasta las rodillas. El reloj marca las cuatro de la mañana. Como todas las mañanas. 


 Como a lo largo de todo el año. Hay que terminar de ordeñar antes de las ocho de la mañana, para tener la leche en los tarros puestos en la tranquera que da a la calle para que el carro los pueda recoger y llevar a la quesería, fabrica que está emplazada a unos diez kilómetros de allí.
El niño más pequeño tiene ocho años y siente que sus manitas aterridas de frío, a veces tiembla, a veces llora, a veces quisiera regresar a la cama, meterse entre el acolchado de lana que le confeccionó especialmente la abuela. Pero no se puede. No se debe. La familia necesita cada peso que ingresa para sobrevivir. No sobra nada. No falta nada pero tampoco sobra nada. Para eso todos, absolutamente todos tiene que trabajar en el tambo. Y el tambo tiene que producir a pleno.

Autor: Julio César Melchior

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