Por las calles oscuras, en la Nochebuena, va de casa en casa, el Pelznickel.
Un colono disfrazado con el Pelz del abuelo, de la época de la arada, cuando caían las grandes heladas.
Sus gritos guturales, su arrastrar de cadenas, asusta a los niños, que lo aguardan llenos de miedo.
Porque ya en la casa, los hace arrodillar, sobre granos de sal, para sus travesuras expiar.
Y los obliga a rezar, una y otra vez, mientras los pobres niños, lloran, aterrados, sin parar.
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